El vuelo de tres cóndores acompañó durante el largo rato que los alpinistas Franco Cayupi y Armando Montero (Chile), Joos Ilsborux (Bélgica) y J.B. Haab (Estados Unidos) permanecieron en la hasta entonces virgen cumbre de Punta Tehuelche. En un estado de plena felicidad, los cuatro hombres pasearon la vista por panorámica que ofrecía el entorno de la zona norte de la región de Aysen, rodeado por una enorme cantidad de torres y montañas todavía inexploradas.
Ese es el final de una historia que empezó en 2008. El
Ese es el final de una historia que empezó en 2008. El
veterano monañero Klaus Hopperdietzel le habló entonces a Armando Montero de un cerro virgen que sólo se podía ver desde un punto concreto de la carretera austral en los pocos días que la meteorología lo permitía.
Unos días más tarde, el propio Montero fue a comprobarlo con sus propios ojos. “Pude ver que el simple cerro del que había hablado Klaus era una torre de granito que me impresionó bastante”, según cuenta él mismo. El pico se hallaba a unos 120 km al norte de Coyhaique, en el sector de la Reserva Nacional Lago las Torres, al suroeste del citado lago.
Unos días más tarde, el propio Montero fue a comprobarlo con sus propios ojos. “Pude ver que el simple cerro del que había hablado Klaus era una torre de granito que me impresionó bastante”, según cuenta él mismo. El pico se hallaba a unos 120 km al norte de Coyhaique, en el sector de la Reserva Nacional Lago las Torres, al suroeste del citado lago.
Primer intento frustrado
Armando Montero reclutó a su compatriota Franco Cayupi y al belga Joos Ilsborux para realizar una expedición a esa torre en febrero de 2009. Sin saber a qué se iban a tener que enfrentar exactamente, los alpinistas emprendieron el viaje cruzando a pie una densa y vertical selva, que les llevó todo un día.
Al segundo día, saliendo de la vegetación, se metieron en el valle, que recorrieron hasta darse cuenta para acceder a la base de la montaña debían cruzar un glaciar. “Durante el cruce del glaciar, el mal clima patagónico nos arruinó la fiesta y tuvimos que bajar”, relata Montero.
Armando Montero reclutó a su compatriota Franco Cayupi y al belga Joos Ilsborux para realizar una expedición a esa torre en febrero de 2009. Sin saber a qué se iban a tener que enfrentar exactamente, los alpinistas emprendieron el viaje cruzando a pie una densa y vertical selva, que les llevó todo un día.
Al segundo día, saliendo de la vegetación, se metieron en el valle, que recorrieron hasta darse cuenta para acceder a la base de la montaña debían cruzar un glaciar. “Durante el cruce del glaciar, el mal clima patagónico nos arruinó la fiesta y tuvimos que bajar”, relata Montero.
A la segunda va la vencida
Un año después, en enero de este 2010, los tres alpinistas volvieron a ponerse en camino, con la compañía añadida del estadounidense J.B. Haab. Repitieron de nuevo el cruce de la espesa mata selvática, donde lo más difícil es evitar que las mochilas se enganchasen a las ramas.
Instalaron el campamento al final de la vegetación y cruzaron los dedos esperando una mejor meteorología para el día siguiente. El sol y la ausencia de viento les favorecieron en el cruce del glaciar, más cubierto de nieve que el año anterior.
“Cruzamos el glaciar sin problemas y continuamos el ascenso por el filo norte del cerro, cada vez más vertical a medida que nos acercábamos a la torre final”, explica Armando Montero. Empezaron la escalada con un largo de nieve de 65º, para continuar con dos largos en mala roca con pasos de IVº.
De este modo llegaron hasta la parte alta de la torre. Una travesía les llevó hasta el inicio del último largo, de Vº en buen granito hasta la antecumbre. Cruzar el filo y escalar el último bloque de unos cinco metros fue lo último para llegar a la cumbre.
Bautizaron la torre como Punta Tehuelche, como homenaje a los antiguos pobladores de esas tierras.
Un año después, en enero de este 2010, los tres alpinistas volvieron a ponerse en camino, con la compañía añadida del estadounidense J.B. Haab. Repitieron de nuevo el cruce de la espesa mata selvática, donde lo más difícil es evitar que las mochilas se enganchasen a las ramas.
Instalaron el campamento al final de la vegetación y cruzaron los dedos esperando una mejor meteorología para el día siguiente. El sol y la ausencia de viento les favorecieron en el cruce del glaciar, más cubierto de nieve que el año anterior.
“Cruzamos el glaciar sin problemas y continuamos el ascenso por el filo norte del cerro, cada vez más vertical a medida que nos acercábamos a la torre final”, explica Armando Montero. Empezaron la escalada con un largo de nieve de 65º, para continuar con dos largos en mala roca con pasos de IVº.
De este modo llegaron hasta la parte alta de la torre. Una travesía les llevó hasta el inicio del último largo, de Vº en buen granito hasta la antecumbre. Cruzar el filo y escalar el último bloque de unos cinco metros fue lo último para llegar a la cumbre.
Bautizaron la torre como Punta Tehuelche, como homenaje a los antiguos pobladores de esas tierras.
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