jueves, 7 de abril de 2011

LA MONTAÑA BLANCA

Corría el mes de Octubre de 1998, me encontraba capacitando en esa oportunidad a un Club de Montaña que se había adjudicado un proyecto deportivo  de promover las actividades en la naturaleza para grupos interesados comunitarios y con posibilidades de atender a algunos jóvenes en edad escolar. La salida principal de práctica y para evaluar al grupo en sus aprendizajes fue seleccionado al área en donde se ubican  los cerros conocidos como Tres Morros a una treintena de kilómetros al Sur de la ciudad de Punta Arenas, en el corazón de la Península de Brunswick. Por razones de fuerza mayor el grupo una veintena de jóvenes se aprestaban a la aproximación después de cruzar el Río Tres Brazos y efectuar la caminata en un horario muy tarde como para pensar en acceder a los Tres Morros con luz natural. La distancia unos 18 kilómetros, ya de noche y cerrando el grupo para que ninguno de mis dirigidos se quede retrasado, note dificultad para abrir la huella en nieve endurecida y que ocasionaba problemas para el desplazamiento de muchos. Me adelante al grupo y comienzo abrir la huella y la verdad que era muy trabajoso hacerlo ya que en cada paso se hundían las piernas unos 40 centímetros que obligaban a hacer un esfuerzo mayor, casi el triple de lo que demandaría una caminata sin nieve como obstáculo. Ya no importaba lo compacto del grupo sino llegar al refugio del sector lo más pronto posible, en el haz de luz de nuestras linternas frontales se veía como se aproximaba una tormenta por la aparición de algunos copos de nieve. Apuro la marcha y concentrado en la actividad, escuchaba unos pequeños pasos detrás mío que me seguían sin perder centímetro alguno, dosificando energía y volteándome algunas veces solo veía una luz que venía muy próxima, por la altura desde el suelo percibí que era una persona pequeña y con grata sorpresa le veo su infantil rostro, cansado igual pero con una sonrisa amplia que denotaba lo feliz que se encontraba en la experiencia de seguir a su profesor y abriendo en conjunto la huella para los demás, era nada menos que la estudiante más joven del grupo, su nombre VIVIANA CALLAHAN, estudiante del María Auxiliadora y que había sido seleccionada para hacer el curso de Montañismo entre sus pares de otros establecimiento. Veía que su pequeña anatomía tenía mucha fuerza y resistencia para mantenerse al ritmo que imponía en cada paso para abrir la huella dificultosa de la nieve endurecida. Sin soltar la marcha llega victoriosa al refugio primero que la gran mayoría de sus compañeros que eran de más edad y universitarios algunos, incluso recuerdo que un grupo decidió quedarse acampar y esperar la madrugada para continuar. Nunca imagine que esos pequeños pasos detrás mío hoy día están por cubrir a pasos agigantados, grandes distancias y elevaciones en el Himalaya cuando en las próximas semanas VIVIANA enfrente a uno de los colosos de la Cordillera Asiática, el Monte Dhaulagiri que en sanscrito significa La Montaña Blanca. Entreverada Viviana en la primera expedición Chilena femenina a este coloso de 8.167 metros sobre el nivel del mar, ha sido gracias a su constancia en el perfeccionamiento y la práctica de muchos más objetivos propuestos. Quisiera llegar a través de esta columna que muchos que la lean, entiendan lo importante del esfuerzo que se hará en esta expedición y que de lograr la cumbre será tanto así como el obtener un campeonato mundial de cualquier otra especialidad, espero ansioso que Viviana logre desplegar la bandera de  nuestra región en los límites de las altitudes de nuestro planeta, en donde el aire enrarecido nublara sus mentes pero el corazón y toda su preparación física y técnica, más el empuje y espíritu de la gente de nuestra tierra y la herencia de haber vivido y plasmado sus primeros pasos enfrentando el viento patagónico y todas las inclemencias que azotan a nuestra región harán de Vivian un ser único esbozando su cordial sonrisa como aquella vez en los Tres Morros, pero esta vez en uno de los 8.000 que conforman el Techo del Mundo.

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