En estos días en que se combinan las Fiestas Patrias y el descanso, adornada de imágenes patriotas y de gente linda y sencilla del campo, quisiera compartir con Uds., mis lectores, una experiencia de cuando niño un verano en una vega al frente se extiende todo un paisaje de esfuerzos y trabajo en la pampa de la Patagonia, aquí mismo siendo un niño de estas tierras jugaba mientras viajaba en la parte posterior de un coloso pequeño arrastrado por la fuerza de un tractor, mientras su hábil conductor controla las celosas maniobras sobre el agreste coirón, salto del coloso y me tomo el tiempo para correr detrás del mismo y de un salto me incorporo sobre él, juego de salto, carrera y la habilidad de saltar nuevamente y quedar sentado, con varias repeticiones se hacía cada vez más entretenido. Sin percatarme, el conductor le coloca una exigencia mayor al imprimir velocidad al tractor cada vez que yo saltaba y quedaba corriendo sobre el amarillo pasto. Coincide que el tránsito se desarrolla en un potrero de grandes dimensiones en donde pastan una serie de animales bovinos, de pronto no sólo estos dos protagonistas se hacen partícipe, un toro de corpulenta integridad se hacía curioso ante mi “jugarreta”, al toro al parecer no le causaba agrado mi accionar y este fuera de la vista y preocupación de hombre y niño, el toro se las emprende corriendo y bufando en contra mío, yo de pronto me lanzo al suelo para correr detrás del coloso y el tractorista haciendo las veces de bromista imprime mayor velocidad de tal manera que no pueda alcanzar el coloso, pero al mismo tiempo que se alejaba él de mis posibilidades de lograr mi objetivo de saltar y sentarme en él, se me escapaba de todo alcance y el toro se acercaba peligrosamente, mientras yo corría a mayor velocidad me percato de la furiosa carrera del toro y me asusto y comienzo en mi carrera ya no de juego sino de salvar la posibilidad de ser alcanzado por la bestia…..entre mi desesperación grito al tractorista que venía confiado de que aún toda la actividad seguía siendo un simple e inocente juego…..se detiene y así logro alcanzar el coloso y con un agitado suspiro continuamos el trayecto y el toro queda a lo lejos corriendo sin posibilidad alguna de convertir el juego en una evidente tragedia. El tractorista lanza fuertes carcajadas al ver que ya no sigo jugando, sino con un rostro pálido y angustiado como que en mi pequeña mente me imaginaba los acontecimientos finales de la persecución del toro si ésta se habría concretado a favor de la bestia.
Al día siguiente había una “emergencia” que atender en el río cercano, todos decían que un animal había quedado atrapado en el fondo de ese río sólo con la cabeza afuera y con mucha dificultad para salir por lo tanto se requería del tractor para la faena de salvataje. Me acerco ya en las maniobras por ejecutar, sólo mirando cómo mis mayores asistían al animal y con gran sorpresa me voy dando cuenta que mi “amigo” el toro era quien estaba sufriendo una situación muy engorrosa, recuerdo que a pesar de mi experiencia pasada atiné a ayudar a tirar de los lazos y sogas que de manera aparatosa sacaban al toro de tal situación. Cuando ya el toro se incorpora fuera del “pozo” no olvido de su gran envergadura y casi sin pensarlo me subo al tractor lo que causó mucha gracia a quienes recordaban mi experiencia pasada. El toro exhausto sólo babeaba y observaba sin ninguna intención de embestir a nadie, ambos nos mirábamos y sólo habíamos experimentado cada uno desde su postura una vivencia muy particular.
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