Es un hecho que después de los movimientos sísmicos ocurridos en Puerto Natales se hace necesario colocar interés y voluntad por indagar de manera más profunda los edificios volcánicos existentes en nuestra región y no dejar al azar de los acontecimientos la posibilidades de sólo conjeturas, opiniones y hasta suposiciones que más que un aporte a veces comienzan a alterar las pocas informaciones ya registradas en el escueto conocimiento de nuestro entorno patagónico, sobre todo de la naturaleza, características, e indagar en la historia que nos rodea de norte a sur, aún con escasos antecedentes dando a entender a una condición de volcanes “dormidos” que no lo es tal en una situación que debe formar parte de las preocupaciones de autoridades y del mundo científico que quisieran dar sus notables aportes de investigaciones y estudios, de esta manera mantendremos a una población culta y atenta de los peligros a gran escala que forman parte de nuestro mapa geológico. En la esquina norte de nuestra región por decirlo de alguna manera se encuentra el volcán Lautaro que por mucho tiempo sus manifestaciones y actividades a lo lejos sólo se percibían grandes cantidades de vapor en el cielo y confundidos algunos aborígenes apuntaban y adjudicaban a otras montañas de dicha actividad. Pero allí está y no está dormido, se encuentra en lucha constante el fuego y el hielo por dar cabida de superación a algunos de estos elementos.
Más al sur majestuoso y solitario está el volcán Aguilera de 2.545 metros de altitud en el fondo del fiordo Calvo, cuya naturaleza de complejo volcánico fue descubierta recién en 1985 por una expedición conjunta entre chilenos y británicos. Ya en la latitud 51º y a 125 kilómetros al norte de Puerto Natales, el que en 1879 los marineros de una corbeta de Inglaterra llamada “Alert”, observaron una erupción que provenía de un monte cercano a la costa y quisieron dedicarlo al célebre fotógrafo francés Elisee Reclus autor de un manual titulado “Geografía Universal”. Posteriormente unos científicos suecos encontraron evidencias en los márgenes del glaciar Amalia pero ellos atribuyeron dichos sedimentos a una montaña magnífica denominada Mano de Diablo, que con sus cinco puntas negras alineadas eran bien conocidos por los navegantes. La naturaleza de esta magnífica montaña en sus formas fue dilucidada hasta el año 1987 en que una expedición francesa escaló el “anular” del Mano de Diablo y permitió determinar que su naturaleza no era volcánica. Así el Reclus se mantuvo en un misterio hasta dos meses después en que el geólogo chileno Salvador Harambour en una exploración aérea localizó al misterioso Reclus y lo identificó con el mismo nombre dado desde el principio. El geólogo chileno le determinó su posición a 10 kilómetros al noreste del Mano de Diablo y al Sur del glaciar Amalia, precisamente en su margen colindante. Su cono piroclástico es de composición diacitica (calco-alcalina), se eleva unos 600 metros sobre el glaciar pero sobre el mar alcanza los 1.450 metros de altitud, aunque es poco evidente su altura por encontrarse rodeado de paredes y un circo de montañas provenientes de la zona de acumulación del Campo de Hielo Patagónico Sur. En la base del Reclus lavas sub-horizontales dan testimonio de ser mucho más antiguas que el mismo volcán. Desde la Dirección de Programas Antárticos el año 2008 en julio, confirmamos sobrevolando el área en helicóptero de algunas evidencias sobre el hielo inmediato de las laderas del volcán Reclus ante la presencia de una fisura vestigios de cenizas que manchaban el blanco de las nieves circundantes. Esta vez y en conjunto con la preocupación de las autoridades de Puerto Natales nos aprestamos a desarrollar una expedición mucho más minuciosa en búsqueda de mayor información y que esta perdure en el tiempo con el propósito de ir generando memoria absoluta que acreciente este vital e importante conocimiento de nuestro volcanes.
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